La mayoría de los nuevos ricos necesitan reafirmar su poder y su riqueza, y lo hacen de maneras que muchas familias tradicionales consideran vulgar. Esa necesidad surge porque nacieron y se criaron en condiciones económicas más restrictivas de la que pertecen en la actualidad. La identidad de cada individuo, que ciertamente está bien ligada con la clase social, se cementa en la niñez y adolecencia, y muchas veces personas que cambian de clase social le cuesta dejar atrás las cosas y los hábitos que forma parte de una identidad formada en una clase menor y eso causa un complejo de inferioridad hacia otras personas que siempre han pertenecido a la clase superior. Por eso hacen fiestas extravagantes que atrae mucha atención, viven en casas de alto lujo que son claramente visible en su totalidad o en su mayoría desde la calle, etc.
Las familias tradicionales, en su mayoría, carecen de esa necesidad porque su identidad como persona está vinculada con su clase social, la misma clase social de la cual ha formado y seguirá siendo parte hasta el día que muera. O sea, no están expuestos a la inestabilidad psicológica que acompaña a una persona que sube o baja una o más clases sociales en el transcurso de su vida.